Capítulo 34. Regalo Invaluable
Cuando los invitados comenzaron a apilarse, todos se asombraron por la extravagancia del banquete que se había preparado para los Kurkan. En las mesas había una gran variedad de vinos y delicias de Estia, incluso las decoraciones eran una obra de arte. Casi parecía que Estia quería hacer una exhibición, para demostrar todo lo que tienen y pueden ofrecer a sus aliados.
Y mientras que los muchos nobles parecían disfrutar del magnífico festín, Leah no lo hacía.
A pesar de estar a cargo de los preparativos, y debería estar feliz de que todo hubiera transcurrido sin problemas, estaba exhausta. Sólo pensar en la conferencia la hacía sentir cada vez menos emocionada. Ella quería que terminara.
Con una expresión vacía, Leah arrastró sus pies, forzándose a asistir. El dobladillo de su vestido, que era de color crema, se arrastraba sobre el suelo de mármol pulido junto con ella. Mientras caminaba por el pasillo, de manera todavía digna a pesar de su cansancio, podía sentir las miradas persistentes sobre su espalda, junto con débiles murmullos.
Podría adivinar por qué.
Obviamente era debido al rey de los Kurkan, Ishakan. Había impresionado al público, mostrando claramente su interés en ella. Esto alimentó los chismes alrededor del palacio, de su gente. Algunos de los rumores eran incluso de naturaleza maliciosa, sobre el rey bárbaro y su relación con una bella princesa.
A medida que los rumores se extendieron, los hechos y la verdad se distorsionaron, llegando incluso a pensar que había un hijo secreto entre ellos.
Leah sólo podía burlarse de ellos. Ridículo.
Incluso Byun Gyongbaek, que escuchó esos rumores, se enfureció. Hizo todo lo posible por cortar de raíz los rumores antes de que se extendieran aún más, pero Leah no se había molestado en mover un dedo. Después de todo, al final sólo eran rumores.
La gente sólo escucha lo que quiere oír, sin importar la horrible verdad. Como ya no poseía la supuesta dignidad que debería haber protegido, hacer enfadar a Byun Gyongbaek valía la pena. Sin duda, apoyaba su propósito.
Ella echó un vistazo a la sala de banquetes.
No había ningún Kurkan a la vista. Y debido a su orgullo político, ni siquiera la realeza de Estia haría una aparición antes de su llegada.
La razón por la que Leah había llegado primero, era porque debía saludar a los invitados y darles la bienvenida. También era una buena excusa. Era mejor quedarse haciendo esto, que tener que mezclarse con Cerdina y Blain.
Ella se detuvo por un momento, buscó rápidamente al Conde Valtein antes de saludar a los demás invitados. Sabía que su mensaje había sido transmitido con éxito, así que él ya debía estar esperándola.
Había muchos que estarían dispuestos a apoyar a Leah cuando llegara el momento, y uno de ellos era el Conde Valtein. Él era el representante del poder Pro-Princesa después de todo.
Aunque, según Leah, el poder era un poco exagerado. Después de todo, su único uso consistía en ser una novia intercambiada al mejor postor. No obstante, el Conde Valtein estaba bastante orgulloso de ser su confidente. Incluso le servía de ojos y oídos.
Como a ella no se le permitía salir del palacio, no podía moverse como quisiera en ningún sitio. Incluso a veces el Conde la visitaba en secreto, para ayudarla a resolver problemas internos del palacio. También, era por Conde, que ella podía escabullirse del palacio, especialmente cuando él abría la irrigación no utilizada sólo por su bien.
Ella quería saber las últimas noticias por parte de él, sabiendo que cualquier información que tuviera para ella, sería fiable. Después de todo, ella necesitaría información, que ni siquiera el palacio o sus círculos sociales más altos conocieran.
Leah revisó una vez más el salón, antes de que sus ojos finalmente se posaran en el Conde Valtein, que se acercaba rápidamente como un niño hacia un regalo. Prácticamente parecía que estaba a punto de saltar de alegría si no fuera por los demás a su alrededor.
"¡Princesa!" Exclamó al verla. Honestamente, actuaba como si no se hubieran visto en años. Ella asintió con la cabeza, permitiéndole calmarse, antes de llevarlo a un rincón apartado en el salón de banquetes. Era un espacio abierto, pero lo suficientemente privado para hablar.
"¿Qué sucede?" Preguntó y el Conde Valtein respiró aliviado...
"Casi muero ayer", se quejó.
"¿Qué?" Leah preguntó alarmada, antes de que el Conde Valtein se enderezara y le sonriera.
"Conocí al Rey de los Kurkan."
Leah no sabía qué decir, observaba al Conde con una mirada atónita. Él se comportaba como si se hubiera salvado de la trampa de un zorro por el alboroto que hacía.
"El Rey me buscó primero, claro está", comenzó, "Como también quería entrometerse en los asuntos internos de Estia, no traicioné ningún secreto, por supuesto, fue absolutamente convincente e indudablemente carismático", elogió.
'¡¿Buscó al Conde Valtein?!' Leah no esperaba que Ishakan tuviera las agallas suficientes para hacer eso. No pudo evitar sentir el sudor goteando por sus sienes cuanto más escuchaba al Conde Valtein contar su historia.
"¡Quería ganarse mi confianza, incluso me dio un regalo!"
"¿Un regalo?" Leah preguntó, antes de fruncir un poco el ceño, "¿Qué regalo?"
"Diez rollos de seda", respondió en un tono abatido, y Leah lo miró fijamente estrechando los ojoso. El Conde comenzó a tartamudear ante la mirada no impresionada de ella, "¡No era una seda ordinaria, se lo aseguro!" aclaró.
Observó sus alrededores, antes de acercarse a su oreja.
"Era seda púrpura", él susurró reverentemente, y Leah retrocedió con una expresión de asombro.
Las sedas púrpuras tenían un valor incalculable, codiciadas por muchos, incluso en Estia. Pero no había muchos que pudieran acceder fácilmente a ella, aunque tuvieran la capacidad de conseguirla.