Capítulo 18. Ishakan
Enormes y majestuosos, los barcos y buques de los Kurkan tocaron el suelo de Estia. Desde la distancia, podía observar que venían con regalos.
Mientras Leah observaba los brillantes diamantes blancos, que colgaban libremente en los barcos de madera, su visión se volvió borrosa. De repente recordó la escasa cantidad de comida que había consumido durante el día; solo un puñado de bayas silvestres y una taza de té.
Para su total disgusto, se le había ordenado controlar su dieta más de lo normal para lograr una cintura aún más delgada. Sus sirvientas sentían pena por alimentarla con tan poca comida, pero tenían que obedecer las órdenes de arriba.
La propia Reina Cerdina supervisó las comidas de la princesa. Si descubriera que Leah consumió incluso una migaja más de lo que le había preparado, tanto ella como las sirvientas de la cocina sufrirían consecuencias aterradoras.
Para Cerdina, Leah era una simple herramienta, no una persona. Para complacer a los numerosos nobles y a los Kurkan visitantes, se le exigió a Leah que fuera extraordinariamente bella, especialmente hoy.
La incomodidad era casi insoportable, Leah hizo una mueca mientras se sostenía agarrándose de la barandilla. Se sintió mareada por el dolor que le causó su ajustado corsé, que apretaba su estómago vacío. La tela clavada en su piel, sabía que dejaría marcas para cuando el banquete terminara.
Sus cejas se fruncieron mientras su visión se balanceaba. Temerosa de arruinar su rostro perfectamente maquillado, se obligó a acomodar su expresión.
En una esquina, la Condesa Melissa miraba a la princesa con ojos llenos de lástima. 'El sufrimiento que esta niña ha pasado...'
Entre los subordinados del palacio, ella había estado con Leah por más tiempo. Al ver temblar el delgado cuerpo de Leah, se dio cuenta inmediatamente de lo que estaba pasando. Acercándose rápidamente a ella, la Condesa Melissa rápidamente sostuvo a la princesa a punto de colapsar.
Leah apenas podía mantenerse en pie. Sin embargo, inconscientes de su lucha, las otras sirvientas continuaron admirando la belleza de Leah.
"¡Princesa!" Una sirvienta gritó, "Mira qué hermosa estás."
"Eres la única que puede lucir este vestido tan magníficamente."
"¿Y si los Kurkan se enamoran de ti?"
La Baronesa Sinael fue la última en hablar, y al escuchar su comentario, la Condesa Melissa la reprendió ligeramente, mirándola lo más venenosamente posible.
Después de algunos retoques aquí y allá, la princesa estaba finalmente lista. Con la cara seria, se dirigió al palacio real con varias sirvientas.
***
La sala principal era la parte más espléndida del palacio real de Estia. El techo estaba pintado con frescos pertenecientes a la rica historia de Estia, las columnas de mármol estaban inscritas con diferentes tipos de tallados, y el trono estaba hecho de oro, marfil y gemas preciosas.
<< Nota: Un 'fresco' es una pintura hecha sobre una pared o un techo con colores disueltos en agua de cal y extendidos sobre una capa de estuco fresco o húmedo. >>
Varios estimados invitados se habían reunido en ese lugar, pero tan pronto como Leah entró, se convirtió en el centro de atención. Caminó más rápido, dirigiéndose a un rincón discreto, tratando de no toparse con ningún otro miembro de la realeza que hubiera llegado antes que ella.
Blain sonrió maliciosamente al mirar a Leah caminando por la habitación. Había estado tan ocupado preparando los planes de contramedida hacia los Kurkan que no habían podido verla después de regresar de cazar. Apuntó en su mente que hablaría con ella después de que la reunión terminara.
Al sentir sus ojos sobre ella, Leah desvió la mirada, se acercó a su padre y lo saludó. Luego, saludó a Cerdina, y después de reconocer la presencia de Blain con un movimiento de cabeza, tomó el asiento designado para ella.
Poco después, el poderoso sonido de la trompeta sonó; la bulliciosa sala quedó en silencio.
Todos contuvieron el aliento; sus ojos pegados a las magníficas puertas de la sala. Nadie se atrevió a parpadear, ya que algo que sería parte de la historia se estaba desarrollando ante sus propios ojos.
Las gigantescas puertas se abrieron, dejando que la luz del sol entrara. Poco a poco, las figuras de los Kurkan se volvieron claras, su piel bronceada y sus ojos vívidos cautivaron a todos.
La gente exclamó con asombro ante la belleza de los Kurkan. A diferencia de la ropa formal de Estia, que se confeccionaba para que se ajustara perfectamente al cuerpo, la ropa de los Kurkan colgaban sueltas alrededor de sus cuerpos, hechas con generosas cantidades de fibra natural.
Pero a pesar de la hermosa apariencia de cada Kurkan, todos podían distinguir quién era su líder.
La piel bronceada del hombre brillaba bajo la luz del sol, su cuerpo bien dotado de músculos tan fuertes y enormes como los de una bestia. Entró sin prisa, colocando un pie delante del otro, caminando sin ninguna preocupación por el mundo.
Sus ojos dorados recorrieron cuidadosamente la sala, deteniéndose justo en la princesa, que lo miraba con una expresión de asombro.
'Esto no puede estar sucediendo...'
La respiración de Leah se agitó, y su corazón se aceleró... Es más, ella pudo notar el indicio de una sonrisa en sus labios mientras su mirada profunda y aguda recorría todo su cuerpo.
El hombre avanzó, manteniendo los ojos fijos en Leah. Se detuvo frente a la familia real, y una voz baja conocida hizo eco en toda la sala.
"Que la luz bendiga a Estia," dijo el rey con una sonrisa significativa, "Soy el rey de los Kurkan, Ishakan."
Leah apretó la falda de su llamativo vestido, queriendo arrancárselo.
'¡Es él!'