Capítulo 39. Poción de Amor (1)
Leah se sintió como si estuviera empapada en agua fría, atrapada en una pesadilla mientras su mente se nublaba al escuchar sus palabras. Su respiración estaba agitada mientras luchaba por recuperar el control de su cuerpo, que comenzaba a volverse lento...
"¿Dr#gas? ¿Qué... quieres decir?"
Por mucho que ella deseara que él sólo se estuviera bromeando, sabía que la realidad era amarga. ¿No acabarían los problemas que se le presentaban hoy?
Byun Gyongbaek se rió secamente ante su pregunta, "Ah, fingiendo que eres ingenua, ya veo", tarareó mientras sus dedos le agarraban la barbilla con brusquedad. A pesar del dolor que le causó su toque, Leah no pudo ni siquiera gritar.
Todo su cuerpo, incluyendo su lengua, se volvió pesado, como si estuviera lleno de plomo. Sus miembros se negaron a cooperar...
"Te he tratado bien debido a tu estatus de princesa", se burló, "Y aún así me pagas actuando como una perra". Él sacudió su barbilla bruscamente con ira, "Soy testigo de que perdiste la cabeza viendo a ese salvaje, ¿Cómo puedo estar seguro de que no te ha tocado?" susurró.
Se lamió los labios, la miró fijamente antes de inclinarse para susurrarle al oído...
"Parece que tendré que comprobarlo por mi cuenta", y un temor helado invadió a Leah mientras luchaba por moverse. Vio como Byun Gyongbaek levantaba su mano para acariciar su cuello, arrastrando sus dedos, y agarraba el escote de su vestido... había empezado a quitarlo.
Ella cerró sus ojos con su impotencia. Nunca se había sentido tan estúpida. Quería apartarlo, alejarse lo más posible, pero todo lo que podía hacer era temblar bajo sus toques. Era incapaz de pedir ayuda.
Sintió que su vestido se aflojaba, vio que la cinta que lo ataba caía al suelo. Notó que se acercaba, su aliento caliente tocó su piel desnuda mientras ella temblaba de asco.
Entonces su visión se oscurecía.
En lo más recóndito de su mente, ella pudo escuchar risas de borrachos. Byun Gyongbaek detuvo sus planes por un momento, mientras miraba hacia atrás para descubrir la fuente del ruido.
Fue en ese momento, que Leah había empezado a recuperar el movimiento. Usando todas sus fuerzas, le dio un fuerte pisotón en el pie, le clavó el talón con tanta presión, que Byun Gyongbaek se apartó de ella con un aullido y tropezó con un montículo del suelo.
"¡Perra!" se quejó.
Leah no desperdició ni un segundo más, juntó toda su ropa cerca de su pecho y corrió. Byun Gyongbaek gritó blasfemias tras ella, mientras se esforzaba por levantarse para seguirla.
Ella hizo un gesto de dolor al sentir las ramas rozando y rascando su delicada piel. En algún momento mientras corría, perdió su calzado, y ahora le dolían los pies como si estuviera caminando sobre clavos. Se tropezó con sus calcetines flojos, y rápidamente volvió a levantarse en dirección a la sala de banquetes.
Ella miró a su alrededor frenéticamente, escuchando exclamaciones en voz baja y se escondió, conteniendo su respiración. Los arbustos la ocultaban perfectamente, y cuando se asomó por encima de las hojas, vio a los sirvientes de Byun Gyongbaek buscándola.
Tuvo suerte que no la hubieran encontrado, y se marcharan rápidamente para buscar en otras zonas. Leah suspiró en señal de alivio, antes de respirar con calma y mirar a su alrededor.
El jardín era como un laberinto. Sus arbustos habían sido ubicados diestramente para aumentar su estética. Los árboles lo enmarcaban perfectamente, proporcionando sombra a sus visitantes, incluso dando a los amantes su buscada privacidad. Cuando recuperó sus fuerzas, Leah se levantó de su escondite, dio un último vistazo a su entorno y se adentró en el jardín que servía como refugio.
Le dolían las extremidades, y a pesar de su deseo de querer sentarse para descansar, no podía. Escapar de Byun Gyongbaek era su prioridad.
Sin embargo, en cada giro que daba se encontraba con un callejón sin salida. Sin forma de salir, pronto se sintió abrumada por la sensación de que era la presa, cazada por deporte.
Podía imaginar cómo terminaría esto. Los sirvientes de Byun Gyongbaek la capturarían y se la llevarían. Su familia ni siquiera sería capaz de hacer algo al respecto, por supuesto, ellos tampoco tenían las mejores intenciones. Y los aristócratas, se harían a un lado, sólo esparcirían rumores, diciendo lo lamentable que era su situación e inventarían excusas.
Nadie la protegería. Nadie sería capaz de ayudarla.
Pensaba que si le tenía que entregar su cuerpo, al menos ella tenía el derecho de elegir como. No de esta manera. No quería rendirse a Byun Gyongbaek de esta manera.
"¡Espere! ¡La veo!" Un grito la alertó de que alguien venía, "¡Está por ahí!"
De repente, pudo olfatear algo fresco y dulce cuando volvió a salir corriendo, exprimiendo cada pizca de fuerza que quedaba en ella. Con su mente diciéndole que se dirigiera hacia el olor, siguió su nariz, y esperaba que la llevara a un dulce alivio.
Se abría camino entre los arbustos y vio cómo el entorno se oscurecía mientras la luna se asomaba. Pero el cielo nocturno sólo multiplicó la sensación de estar atrapada.
El aire que la rodeaba se hizo más tenue a medida que sentía que le faltaba el aliento.
Entonces, con una ráfaga de aire fresco, vio a un hombre, apoyado casualmente contra un árbol, fumando un cigarrillo mientras el humo lo envolvía. Con un grito, el hombre se percató de su presencia, y la miró conmocionado mientras ella se acercaba... Finalmente, se aferró a él para salvar su vida.
Las lágrimas corrían por su cara mientras sollozaba en su pecho. Sus cálidas manos la rodearon para protegerla mientras acariciaba su desordenado cabello. Poco tiempo después, ella finalmente apartó su cabeza y levantó la mirada.
Estaba a salvo.
"I...Ishakan", se ahogó mientras las lágrimas caían libremente una vez más. Sólo podía gritar su nombre en la desesperación. Sintió que estaba a punto de estallar, todo le dolía mucho, el pecho, los brazos, los pies, la cabeza...