Capítulo 20. El Talón De Aquiles (2)
Los ojos de Leah se abrieron ligeramente por la sorpresa, pero permaneció tranquila en su posición. En secreto, metió su mano libre en los pliegues de su falda en un puño apretado.
Los dientes que raspaban su piel parecían recordarle la noche que compartieron. Teniendo suficiente, intentó retraer su mano, pero Ishakan inmediatamente la agarró con más fuerza y finalmente apartó sus labios.
Muchos ojos los miraban, ¡Pero esto no le impidió hacer un saludo tan audaz! La expresión 'audaz' ni siquiera era suficiente para describir su acción.
Además, su rostro sereno y confiado permaneció, su sonrisa no vaciló ni una sola vez. Solo la princesa se veía nerviosa, siendo el enrojecimiento de sus mejillas un claro indicio.
Pronto, Ishakan liberó su mano de su agarre y, como si estuviera quemada, Leah la acarició con su otra mano. El sol a plena luz del día era brillante, y los candelabros en la sala parecían deslumbrantes, incluso brillaban con mucha intensidad.
Pero el corazón de Leah estaba envuelto en la oscuridad. Sofocada, sentía como si se estuviera hundiendo en arenas movedizas.
***
Finalmente, el banquete de bienvenida llegó a su fin. Leah inmediatamente se levantó de su asiento y, como si un demonio estuviera siguiendo su rastro, abandonó la sala. Salió tan deprisa que no pudo despedirse de los nobles, pero no le importó.
Ella sin pausa, solo queriendo regresar a su habitación de inmediato, cerrar todas las puertas, y esconderse debajo de sus mantas. Un fuerte deseo instintivo de huir a un lugar seguro era lo único comprensible en su mente en este momento.
Sus sirvientas la siguieron rápidamente. Aunque tenían una expresión de desconcierto, Leah no dijo nada.
Después de encerrarse en su habitación, se quedó despierta toda la noche. Quería dormir, pero no podía. Los pensamientos del hombre provocaron un caos en su cabeza.
La noche que pasaron juntos, las historias que compartieron y el calor apasionado; todo esto la atormentaba.
Dando vueltas y vueltas en su cama, apenas pudo pegar un ojo esa noche.
Al abrir los ojos al día siguiente, despertó hecha un desastre. Las ojeras eran visibles, así que las ocultó poniéndose polvo.
Luego, se dirigió a su trabajo. De hecho, tenía un montón de trabajo que hacer.
Mientras se establecía el tratado de paz, los Kurkan decidieron quedarse en el Palacio Real de Estia. Después del banquete, ambas partes esperaban llegar a un acuerdo completo.
A estas alturas, el Rey de los Kurkan ya se había dado cuenta de que el viejo rey de Estia no era rival para él. No había duda en esto, pensaba Leah con desdén.
El tratado era lo último que tenía en mente en este momento. El próximo banquete de bienvenida para los Kurkan, el cual era de suma urgencia. Solo la idea de toparse con todo tipo de personas, incluido Byun Gyongbaek en la conferencia, hizo que su cabeza diera vueltas.
Las perspectivas del tratado previsto se mantendrían a raya durante el banquete, ya que los Kurkan tendrían que mezclarse con Byun Gyongbaek, una persona atroz que tiene malicia contra los de su tipo. Por lo tanto, las conversaciones sobre el tratado podrían generar una disputa.
Dejando a un lado la pluma, Leah firmó el último documento sobre su mesa. Frunció el ceño cuando un fuerte dolor de cabeza la golpeó fuertemente, haciéndole difícil concentrarse en su trabajo.
Se levantó para despejar su mente. De lo contrario, cometería errores, lo que garantizaría desgracias irreversibles.
"Saldré a respirar un poco de aire fresco," gritó.
La Condesa Melissa, que la había estado ayudando, se mostró preocupada. Había pasado un tiempo desde que Leah había usado esas palabras. Esta noticia estaba pasando factura a la princesa.
Leah salió a caminar con sus sirvientas, solo después de asegurarle a Melissa que no se sentía mal.
Caminó por el pasillo junto al patio e inhaló el olor a humedad de la hierba, que pronto le calmó los nervios.
Leah le echó un vistazo al jardín.
En medio de las plantas ornamentales, había un campo de nardos. Los capullos blancos de esta planta que se formaban en racimos se veían adorables. Un poco más de tiempo y estarían en plena floración.
Pero primero, estas flores necesitaban mimos adicionales. Leah estaba a punto de decirle al jardinero que las atendiera cuando su mirada captó una figura familiar en la distancia.
Al darse cuenta de quién era, se congeló al instante. El aire arrebatado de sus pulmones.
Él estaba ahí.
Bajo los rayos del sol que se asomaban por los huecos de las hojas, Ishakan se apoyaba contra un árbol, fumando tranquilamente.
Se sabía que a los Kurkan les gusta fumar tabaco, pero sus cigarrillos eran diferentes a los del continente. La neblina brumosa que se dispersa del humo era bastante única. El aroma fresco pero sutilmente dulce, que llenaba sus fosas nasales, le agradaba.
Inmediatamente, sus sirvientas comenzaron a susurrar desde atrás.
"¿Es el Rey de los Kurkan?"
"Oh, Dios mío. ¿Es real? ¡Su apariencia!"
"¿Pero no es demasiado feroz? Le tengo miedo."
La Condesa Melissa se acercó a Leah y le dijo, "Princesa, ¿Qué debemos hacer?"
Tenía que dejar este lugar en este momento. Porque su relación con el hombre no se conoce formalmente. Pero incluso sabiendo eso, se detuvo y miró a Ishakan.
Él estaba mirando hacia abajo cuando escuchó a las sirvientas riéndose a lo lejos. Entonces, levantó lentamente sus ojos cansados, revelando sus orbes dorados como los de un halcón.
Al instante, sus ojos se encontraron, pero Ishakan apartó su mirada de ella.
Sacó un pequeño paquete de cigarrillos de su pecho y desechó el cigarrillo que fumaba. Mientras se ocupaba de lo suyo, Leah se adentró más profundamente en la parte sombreada del pasillo donde estaba antes. Al tiempo que observaba con atención los movimientos del hombre.
Luego de algunos pasos, él desapareció de su vista. Leah le dio la espalda, con la intención de dejarlo en paz.
"Alto ahí."
Estaba saliendo con las sirvientas del pasillo cuando de repente, unas manos grandes la agarraron por los brazos.
"... ¡Ahh!"
Leah chilló y tropezó cuando él tiró de sus brazos, haciéndola golpear su sólido pecho. Ella levantó la vista apresuradamente y sus ojos se encontraron en un instante.
"¿Adónde vas, princesa?" dijo en un tono bajo y malicioso.
En esta posición, el calor de su cuerpo la rodeaba. Su suave susurro la agitó intensamente.
"Estoy seguro que tienes algo que decir."
***